lunes, 1 de diciembre de 2014

A través del espejo..

Cuentan leyendas que existen seres que solo pueden ser vistos en ocasiones culminantes. Dícese que estos seres tienen un poder único, el que el Universo les concedió.
Estos seres, cuentan, pueden encontrarse a menudo con alas. Algunas negras, otras blancas, pero grises, las más. Son distintivos, quizá. Rangos, dirán. No hay mucha relevancia en esos datos.

Cuando uno se acerca, cuando uno te enfrenta, dicen que su rostro cambia de forma. Cuentan que si te conectas con sus ojos, ellos te traerán una abstracción digna de universos alternativos, llenas de aquello que no se puede mencionar, pues aún carece hasta de nombre para nuestro nivel de razón.

Su presencia te paralizará.

Miedo no será lo que llegarás a sentir. Sentirás neutralidad, aquella que llega en momentos de indescriptible paz interior. Y es esa paz la que guiará, iluminará o condenará tus instantes siguientes.

El tiempo va a detenerse a tu alrededor.

Sus ojos te harán conocer ciudades olvidadas, pueblos abandonados; volarás con sus alas durante una eternidad perdida en un segundo. A través de un universo entero de caos, de orden, de amor, de odio, felicidad, de angustia, de tristeza, de soledad, de amistad, de frialdad, de calor humano, de calor infernal, de gélido infortunio, de puñales que atraviesan, de heridas que sanan, de cicatrices que marcan, de vendas que las protegen, de falsedad inequívoca, de erróneas medias verdades, de mentiras a uno mismo, de historias sin contarse, de verdades insoportables, de colores en daltonismo, de imágenes en tus oídos, del propio amor que abraza tu mente y la razón estrangula al corazón.

Te harán ver lo que no quieres ver.
Te harán escuchar lo que no quieres oír.
Te harán sentir aquello que dejaste ir.
Te harán vivir aquello que pensaste muerto.

Te darán un aviso y solo uno, previo.

Que solo puedes poseer uno de esos universos.
Que debes elegirlo ahora.
Pues si dejas pasar la oportunidad, te condenarás a repetir el ciclo; hasta que se te cruce otro ser, y detenga el tiempo. Pero cada vez que dejes pasar, te darás cuenta que se llevará algo de ti. Te dejará un solo regalo si rehusas...


La rutina.
La mísera rutina que se esconde en rostros de dulzura, que se esconde en rostros de pasión ardiente, que se esconde tras una máscara de sonrisas y carcajadas que irán descendiendo en picada; como quien regala esperanza autoconvenciéndose de que es un bien.

Aquel ser te hará ver todo eso.
Pues es un ser alado, y no posee un rostro único.

Pues cuando lo mires a los ojos te darás cuenta, de que no es más que un espejo.

Un espejo que mira dentro de ti.

Que lo que ves es lo que deberías ver.
Que lo que sientes es lo que deberías sentir.
Que lo que te presenta es una realidad incuestionable.

Que no importa cuál sea la decisión que tomes frente a la balanza, contal que la decisión sea tomada.

Solo así este ser te dejará seguir.
Te liberarás de él... y lo volverás a encontrar más adelante.

Y cada vez que te mires al espejo serán sus alas las que estarán detrás de ti.
Será su protección la que cuidará tus pasos.

Aunque todo siempre haya estado en tu mente y solo en tu mente.


(lunes, 1 de diciembre de 2014)

domingo, 16 de noviembre de 2014

"Aún..."

Una brisa fresca de la noche anterior le dio paz al alma que apenas empezaba a soñar despierta. El alma que calló, pues quería cantar. El alma quiso volar, pues le dieron alas. Alas que fueron drásticamente cortadas. La noche anterior, el cielo nublado se iba despejando. La noche parecía adquirir brillo; un sádico cambio de los eventos, pues el amanecer traía muerte. El amanecer, no daba una luz vital... daba un calor infernal.

Aves cantoras anunciaban el llegar, el alma soñadora en un letargo de ensueño se encontraba. Vivaces sonidos de la civilización aclamaban el inicio de lo que sería el final. Una luz, una vibración ligera de agobiantes alaridos tácitos que solo sabían perturbar lo que parecía trascendencia absoluta de todo.

La soñadora alma, que en días de frustración no daba más que golpes a su jaula, que solían acabar por tranquilizarle, esta vez, largó un estrondoso grito de impotencia ante lo que veía. El sueño que parecía revivir, no era más que un cadáver... conversando con su gemela en un brilloso espejo se dio cuenta que se escapaba de ella; corría de sí el objetivo, la meta, la ansiada trascendencia a lo épico. Se diluían sueños en vasos de intransitada taciturnia y tragicómicos pesares. Se escribían guiones de películas que ya jamás podrían ser filmadas, jamás podrían ser vistas.

Olores que fueron una vez tiernos al tacto, se convirtieron en colores que transmitían estridentes aullidos que nadie más podía escuchar. El calor que daba el amanecer, que para varias formas de vida, regalaba continuidad a la misma, ya era un infierno insoportable, los demonios se sentaban frente al alma... hasta ellos querían sentir pena de su destino, y aún así solo soltaban carcajadas, que se convertían en ríos de venas carmesí, de oscuras tormentas que querían llover. Ojos llenos de lluvia.

Se escapaba el sueño. Se fue.
Tras una tormenta solo hay calma, dicen.
Luego de esa tormenta vino algo peor. Llegó al alma algo que no podía esperar. Algo que no quería comprender, algo que ahuyentó a sus demonios. Algo que no los hizo querer saber más nada al respecto. El infierno creció, el infierno que tenía dentro de sus negras y secas rosas, parecía querer envolver su ya gastado y cansado corazón de espinos.

Ese algo destruyó al alma soñadora.
Ese algo la reconstruyó y volvió a deshacer.
Ese algo es el peor de los males que puede existir.
Ese algo, tras una muerte inminente, al alma, la dejó vivir; una secuela incurable.

El gran mal, que erráticamente toma de la mano al beneficio de la duda, el más tenebroso de todos los males:

La Esperanza.

martes, 12 de agosto de 2014

Jardín de Secretos

En una pradera amplia se ven equidistantes muros de ridículas dimensiones. Acercándose, se ven portones que parecieran encerrar tesoros de distintos universos. Uno solo puede preguntarse... "¿por qué?".
Estos gigantes muros, colosos a lejana vista, cuales Quijote hubiera confundido con gigantes, protegen un jardín oculto.

Va caminando un hombre curioso, de oficio protector, que observando tras rendijas y aparentes ventanas casi imperceptibles sino por el ángulo por el que se mire; ve un pobre jardín en el que revoloteaban débiles, dos mariposas tiernas... ellas se paseaban entre dos flores y parecían tener miedo a posar sobre la tercera.

Puede uno recorrer distancias impresionantes entre una fortaleza y otra, surcar obstáculos dignos de una odisea y labores herculianas. Al encontrar las rendijas en cada uno de los colosos protectores, se ven las mismas características de variantes números, pero de constantes disposiciones... flores y escasos polinizadores, sin olvidar una flor que siempre se encontraba alejada de las demás.

Este hombre de oficio, cansado por su recorrido, sintió que era su deber penetrar en los fuertes para lograr su cometido que se le había encomendado, quizá por deidades, quizá por la vida misma, quizá porque era lo único que sabía, y podía, hacer: cultivar flores.

Con fervor, picardía, cierta intriga y excesivas molestias de por medio, obtuvo la oportunidad de traspasar uno de los inmensos portones y así ver con ojos propios lo que guardaban tales muros.

Se sorprendió.
No de la manera en la que esperaba, con secretos inconmensurables.
La sopresa lo angustió de sobremanera.

La flor más aislada se encontraba en el lugar con más fértil tierra, mejor humedad y adecuadas condiciones... sin embargo, ésta se encontraba cuasi marchita. Esa era la flor a la que las mariposas evitaban. Una rosa con pétalos ennegrecidos, casi ya perdidos. Como un contraste triste en una atmósfera que parecía más tranquila y equilibrada que alegre o festiva.

Sentía que mientras más se acercaba, los muros aparentaban sonrojarse; parecían como debilitarse, y el aire que respiraba se hacía más frío. Una ventisca que no tenía de dónde salir comenzó a abrazarlo. Primero una brisa, una ventisca y luego una absoluta falta de viento. Cada paso que daba parecía como alarmarle de que algo podría ocurrir.
A tres pasos de la flor se arrodilló... a su lado cayó un pedazo de escombro, sin ruido, sin aviso, casi mortal. Supo que en ese momento ya no tendría retorno de aquello.

De un estanque de cristalina agua que rodeaba a la flor sin bañarla, el jardinero tomó el agua... la bebió en la primera vez; la arrojó sobre la marchita rosa, en la segunda.

Cerró con mucha fuerza y voluntad los ojos, sabiendo que algo sucedía. Algo que no quería ver.
Ruidos, estruendos, silbidos de vientos que se acercaban pero no parecían llegar, lo azotaban sin golpearlo. En un oscuro casi total por el cierre de ojos pudo escuchar, también, un sonido que era como arena deshaciéndose. Logró aunar fuerzas suficientes como para quebrar la oscuridad autoinducida.

Abrió los ojos. Un choque de aflicción y alegría avasalló su ser al percibir dos cosas: el muro se convirtió en un balaústre del más bello jardín que pudiera verse con la rosa brillante en el medio; y también, supo que se encontraba afuera del mismo, con pies en la pradera... y que la llave que había abierto el antes gigantesco portón, ya no tenía la forma del cerrojo de la traslúcida puerta.

Ya no podría volver a entrar.

Afligido profundamente, pero de cierta manera feliz por haber cumplido una labor, el hombre de oficio de jardines emprendió viaje una vez más, y en las siguientes colosales fortalezas sucedió lo mismo... abejas, flores, jazmines, mariposas y rosas perfumaban paisajes de los cuales el no podía abrazar más que con la mirada y un poco del aroma que guardó consigo en sus recuerdos.

El jardinero soy yo. Mis amores son las rosas marchitas en un jardín escondido de la realidad.
Como si fuesen mentes e inteligencias pícaras y potenciales rodeadas de una filosofía vana que contrasta absolutamente la realidad de lo que son las mentes. Como si creyeran que protegiendo sus mayores tragedias tras muros, pudieran evitar que éstas dominen su ser. Las raíces de cada uno, uno no las puede perder, y de la misma manera uno no puede vivir en lo mismo, pues una flor es liviana en la mano aun con sus espinos, por unos segundos, minutos y quizás horas. Ese peso se incrementa y mientras vemos a la flor morir lentamente, pareciera que ésta quiere acercarse al suelo. Eso no es más que el brazo débil, cansado de sujetar la flor... sabiendo que el aroma de la misma perdurará en el corazón de cada uno y eso no es algo que se pueda arrebatar; sabiendo que hay fortalezas que derribar, y sabiendo que hay lazos que para el bien de la vida de todos a quienes ello involucre, deben soltarse. Solo así uno cumplirá su función, sea esta plantar semillas, arreglar jardines o derribar muros; destinos inquebrantables que cada uno, a su antojo, es libre de elegir.

jueves, 5 de junio de 2014

Por qué temo a los payasos...

Dicen que a veces uno forja un cierto cariño por los mayores miedos que uno tiene durante su infancia, supuestamente superados en adolescencia y cuando adulto.

Hoy día amo ver payasos en sus distintas representaciones, inclusive a los "clowns" que son más 'mimos' que payasos, en verdad. Me gusta observar gente con maquillaje haciendo reír a los demás. Sin embargo, aún me cuesta un poco interactuar con ellos, son la epítome de la impredecibilidad, una cornucopia de inconsistencia y ocurrencias... ¡claro!, son payasos, pues.

Aunque amo este tipo de arte burlón, me queda todavía una reminiscencia de aquellos miedos de infancia los cuales podrían ser provocados por series televisivas, películas, historietas, videojuegos o hasta mismo los payasos animadores de alguna que otra fiesta a la que haya ido.

Aquí comparto aquellos, los primeros, que iniciaron en mí cuando pequeño ese cierto terror infundado de lo irreal que a veces acosan a uno en pesadillas absurdas, de esas que solo quieren despertarte al día siguiente como sin haber descansado siquiera de la noche anterior.

El primero que traigo a la memoria, se llama "Zeebo, the Clown"; es un payaso perteneciente a uno de los cuentos relatados en la tan afamada serie "Are you afraid of the dark?" ("Le temes a la oscuridad?"). En una breve reseña puedo comentar que la historia de éste era que pertenecía a una típica "casa de horrores" de un parque de diversiones, se escondía tras una puerta; unos chicos retaron a un amigo de ellos a robarle la nariz al payaso para demostrar que no había nada qué temer... lo hizo. Sin embargo, al día siguiente, el niño empezó a sentir una terrible persecución...
Bien, no es una historia de otro mundo, pero quizás suficiente para atemorizar a un miedoso nerd con alrededor de 6 años.

Este es Zeebo:

Aquí el episodio completo, en audio Latino, titulado "La risa en la oscuridad":


 
El segundo fue un tiempo después, quizás uno o dos años...
Proveniente de un juego para Windows, de Virgin Software; juego pionero que propulsó la venta de los juegos CD-ROM. El juego creado en 1993, con el nombre de "The 7th Guest" ("El Séptimo Invitado"), era un juego en primera persona, del tipo aventura, rompecabezas (puzzle) y terror; eras un invitado en una mansión, aunque aparentabas padecer de amnesia de algún tipo, y mientras explorabas la mansión, conocías la vida de los demás invitados, y sobre todo... sus miedos. Una muy bien lograda y tenebrosa aventura que junto con sus acertijos y rompecabezas muy capciosos obtuvo gran reconocimiento internacional y una venta de más de dos millones de copias. Muchos no lo conocen pues es un juego totalmente en inglés y con funcionalidad directa en Ms-Dos, juegos casi obsoletos en estos tiempos.

Al grano... en la mansión había una sala de juegos; había una mesa de billar, dardos y ajedrez... al completar el extraño juego de ajedrez (que se trataba de ubicar varias reinas en el tablero, de tal modo que ninguna de ellas se pusiera en "jaque") aparecía un video (como cada vez que resolvías un acertijo) de un payaso que te ofrecía un globo, al principio inofensivo pero luego reía... muy oscuramente.

A veces me pregunto qué hacía yo jugando algo así con menos de 10 años de edad...
quizás el payaso en este juego era lo más inofensivo, sin embargo, fue un payaso que se plantó en mi memoria y unas cuantas pesadillas posteriores;

Aquí está la adorable criatura, "Red Balloon":


Finalmente, como uno puede imaginarse, y probablemente este sea el número uno de aquella alma que esté leyendo este perdido blog, no hay mucho que decir al respecto de este personaje, original de uno de los libros de Stephen King y protagonizado por Tim Curry en la película; Pennywise es una de las razones más fuertes de todo aquel que le teme a los payasos. Hay varios motivos para pensar que los dos anteriores se encuentran basados en este popular personaje alienígena; el payaso Zeebo era representado por unas luces, cuando hacía sus fechorías y el otro ofrece un globo rojo (?).

Este es Pennywise:


Aquí la película completa
(en español Latino):


Y para terminar este viaje terrorífico (oh sí, qué miedo...) un video cómico hecho por Marito Baracus, satirizando a esta película

IT (Marito Baracus):