jueves, 17 de mayo de 2012

"Avatar de las Tormentas" (capricho de antaño)


-------FRAGMENTO-------


CAPÍTULO 1 
Resignación - Descubrimiento



La joven nunca creyó estar segura de lo que vio ese día... nunca pudo volver a ser la misma, y no lo haría nunca más. Ese día era el único, el todo, el inicio del final, el final del comienzo. El momento eterno. Las hazañas hechas. Las memorias y por sobre todo eso, la desilusión. Ella no quería ser así, nunca se imaginó que durante toda su vida estuvo aprendiendo algo que la sociedad de su entorno consideraría inaceptable.

(...)

Oía en su mente una progresión de lo que estaba segura que acabaría siendo el relato de su vida después de... de eso.

Merlinä Guin'Därth era su nombre. Una niña de la clase más pobre; hija de un siervo del feudo de Sir Darknöm EvHeart. Vivía en una casa, talvez la más bella de todas las que estaban cerca de la Gran Iglesia, temida por todos; heredada por su abuelo en su época de campesino, obtenida como premio por esfuerzo.


Delgada, con ojos color café, facciones que normalmente no harían ninguna diferencia en una multitud de gente. No era nada delicada. Era normal, a no ser por la extraña trenza triple que utilizaba siempre para salir a hacer las compras diarias en el pequeño mercado; y que llevaba sobre el hombro izquierdo, tapando una marca de nacimiento que poseía en el cuello, y de la cual jamás se sintió orgullosa. La marca era muy fea, con rastros semi-cicatrizados, como si fueran provocados; durante toda su vida, ninguna necesidad tuvo de saber qué era esa marca, y en este momento, menos aún...
Carecía de amistades, las pocas personas que conoció estaban fuertemente ligadas a su padre, y no eran de su agrado.

(...)

Poco a poco fue despertándole un sonido en aumento, extraño para un pueblo pequeño y sin novedades. Parecía ser que el sonido se volvía insoportable. Luego vio esa marca que solamente su padre conocía, en la pared a los lados de la puerta, y otra más rara que las otras, en la puerta de la habitación. Ella sabía que su padre conocía la iglesia, y sabía que sería condenado por ello. Y aún más, los únicos amigos que ella tuvo, eran monjes pertenecientes al clero. Siempre supo que nunca fueron sus amigos.
Borró lo más rápido que pudo las marcas, y logró abrir la puerta, ya lagrimeando, encontró algo que no quería imaginar: Todos los libros, materiales, ingredientes, especias, símbolos, además de la propia sala de estar… totalmente destruidos. La puerta había sido forzada, y había manchas de sangre índigo en el suelo. Una trampa. Ella siempre creyó que su padre era víctima de espionaje. Ahora estaba más segura que nunca.
No era de conmoverse fácilmente, pero su mente le jugaba malas pasadas. Y por instinto, más que por voluntad, llegó corriendo a la Plaza Central, el epicentro del murmullo que la despertó.

Nadie notó su presencia, era atípica toda esa algarabía en el pueblo. Luego vio a Sir EvHeart, con su majestuosa presencia, imponente, con su espada desenvainada, mirando al público, que aparentemente aclamaba justicia y paz:
–“En nombre de Dios Todopoderoso te lo rogamos; ¡Viva Sir EvHeart!, el paladín que proclama la paz y nos libera de los malditos atormentadores de la existencia… ¡Viva!

Terminado el discurso, subió al lado del señor feudal, en el improvisado escenario, el sacerdote Aaronn StoneHead. El cura extranjero, era reconocido en varios feudos, y hasta hace poco tiempo había sido felicitado por salvar a tres poblaciones feudales, de brujos y demonios, aplicando la conocida Ley Suprema, más conocida con el nombre de Sagrada Inquisición.

Merlinä sintió la sangre hirviéndole lentamente como un calor provocante de rabia, odio y rencor. Nada podía hacer. Recordó perfectamente, que eran los monjes guiados por ése sacerdote, los que iban a visitar constantemente a su padre.

–Traición –dijo a sí misma. Era lo que más odiaba de todas las actitudes negativas en contra de lo que consideraba valores humanos –. No hay perdón…
Siguió escondida detrás del árbol más grande ubicado en la parte más baja de la plaza que iba como en ascensión, hasta el escenario. Miraba cómo sonreían tranquilos y victoriosos Sir EvHeart y a StoneHead. Luego cambió la orientación de su mirada y percibió, en una parte un poco más alta del escenario, una conocida y relativamente menuda silueta encadenada, sentada, ensangrentada, golpeada y amordazada en el medio de dicha parte. Cerró los ojos y se arrodilló, no segura de lo que iba a suceder, de espaldas al árbol, de espaldas a la multitud. Hasta que de pronto oyó un grito agonizante, un grito que jamás pensó escuchar, distinguiendo perfectamente la voz, totalmente distorsionada pero muy familiar. Abrió los ojos, por un instante pensó estar en el infierno; vio a su alrededor, que el pasto adquirió un color rojizo y el aire que había la sofocaba, volvía a viajar entre sus pensamientos, hasta que dentro de su mente oyó:

–No me falles, haz lo que te he pedido, y de ninguna manera, mires atrás. Pero ahora debo decirte, que te adoro y siempre te adoraré… hija mía.
Merlinä entró en trance, no respondió. Hasta que empezó a hablar sola.

(...)
–Has entrado por tu propia voluntad. Posees el don, y la capacidad, digna eres, mi cielo, tu madre lo podía. He ayudado a adentrarte, únicamente para que cumplas tu sueño. No me defraudes, querida. –era la voz conocida, que oyó antes de dormir anoche.

No estaba allí, sin embargo, era más real de lo que pensaba…

Despertó de su trance, por el ronroneo agudo de Múun, el gato negro con ojos rojos, de su padre; y también por los gritos de las personas alrededor de una gigantesca fogata. Poco a poco, recuperándose del estado de viaje entre pensamientos, volvió a sentir la presión en la frente y la falta de aire, y se sintió mal, físicamente, unos graves espasmos en todo el cuerpo. Como pudo, se puso en pie y dio dos pasos grandes hacia la izquierda, luego lentamente empezó a girar su cabeza, mirando sobre su hombro, con Múun en brazos…
–NO!
Fue la última palabra conciente que logró oír proviniendo de aquella imagen que antes estaba sentada y aparentemente tranquila, que ahora se encontraba totalmente desfigurada, como carcomida por larvas, sintiendo el fuego en cada músculo de la piel que de derretía, distorsionando la figura, que por acción del calor, ni siquiera podía llorar.

Merlinä que toda su vida se consideró fuerte lo suficiente, pero con un toque de compasión en el corazón que la impedía ser lo que en su vida había querido, desmayó como si la hubiesen arrojado una piedra en la cabeza.



Cuando recobró la conciencia – no del todo, exactamente –, tardó un poco en enfocar la vista hacia delante. Percibió una figura conocida y semi-desvanecida – no era vista muy a menudo por ella –. Estaba dolorida y acostada en el suelo. La molestaba el piso frío a su espalda, por lo que se dio cuenta con mucho asombro y disgusto de que estaba desnuda. Intentó moverse, sin embargo, notó que sus manos estaban atadas… fue en ese momento que percibió que estaba dentro de La Gran Iglesia del Feudo de Sir EvHeart… ¡totalmente vulnerable! detrás del Santísimo Altar, frente a la imagen de Jesús crucificado.
Oyó unos suspiros, y si la situación no bastaba como para que Merlinä entrase en pánico, esto la hizo helar hasta los huesos del miedo y de la vergüenza más que cualquier otra cosa o situación que jamás haya siquiera imaginado vivir en su entera vida.

Eran Sir Darknöm EvHeart y el obispo StoneHead, quienes se acercaron lentamente a ella. Sir EvHeart tomó la palabra:
            –Has sido vista en plena plaza pública, realizando una acción imperdonable que avergüenza a nuestra sociedad –se acercó aún más hasta pisar su cabello que lucía destrenzado–. No podemos permitir que esto quede impune, pues mancharía mi nombre (...)  –asintió gravemente y con la mirada severa, el obispo –; por eso te hemos hecho una purificación –dicha purificación consistía únicamente en rezos constantes y encendido de velas y algunos cantos tradicionales eclesiásticos –; en nombre de Dios Todopoderoso, y ahora queremos que confieses tus actos y que reniegues a la fuerza diabólica que habita en tu ser. ¡Libérate de esa Brujería y serás digna de seguir viviendo!
–Esto sólo podría ser realizado en casos extremos, pero temo, jovencita, que deberás tener el mismo destino que tu padre hace dos días –argumentó el obispo –.

Empezando a lagrimear, pero sin ganas de demostrarlo a esos dos… ni siquiera sabía cómo llamarlos… hombres sin sentimientos; con muchos pensamientos en mente, pero decidida a luchar dijo:
            –¡Eso no es posible!, tengo metas, sueños, intereses… y aunque no parezca –sintió una puntada de orgullo, rencor, miedo por la situación embarazosa – ¡también tengo dignidad! –sonrojada pero con rabia, logró decirlo –.

(...)
        –Esto no es sano… ¡deberían explicarme lo que ha sucedido!... no logro recordar absolutamente nada –sintió una jaqueca tremenda y empezó a rebatirse mirando las cuerdas fuertemente amarradas a sus muñecas. Luego se calmó un poco y prosiguió –. De todas formas, ¿existe alguna manera no dolorosa de salvarme de dicha pena de muerte?
        –Vaya –lanzó un bufido el Señor feudal –, así que has caído en conciencia y dices arrepentirte de todo lo que has hecho, ¿no? –no importa lo que ella responda, jamás hubiera logrado convencerlo –.
       –¿Cómo podría yo estar arrepentida de algo que ni siquiera sé qué es? –con un tono histérico, y una mirada desafiante –.
       –Entonces tienes una única opción y escúchame muy bien –Sir EvHeart jamás quiso saber y poco le importaba el destino de la muchacha, pero StoneHead seguía mirando con cautela –: puedes quedarte con vida, solamente tienes que cumplir una condición… la de ser una esclava de por vida, y harás todo lo que yo te ordene. ¿Has comprendido?

Merlinä no podía rechazar la oferta, tenía sus sueños, y sus objetivos, por los que ella aún seguía viva. De todas formas, había uno de ellos, que ella estaba segura que si se quedaba o aceptaba, no podría cumplir.

De pronto se oyeron unos pasos desde el pasillo que conduce a una entrada lateral de la iglesia, por donde entran generalmente los sacerdotes. Era una novicia que venía a toda prisa. Con cautela, para esconder la situación de la prisionera bruja, salió Sir EvHeart caminando apresurado, para encontrarse con ella. La novicia no percibió nada por el susto que se tomó al encontrar a Sir EvHeart a mitad del pasillo que terminaba en T.
Casi sin aliento, la novicia joven de ojos verdes y piel roja por el cansancio, parecía haber corrido un montón hasta llegar a la iglesia.

(...)
         –Dime cuál es la relevancia del asunto, y te prestaré atención.
      –Discúlpeme, señor. Es muy grave. Se han oído rumores acerca de que Sir Arphèl del Feudo del Noreste ha estado reuniendo sus tropas para atacar a algunos comerciantes que no han pagado los impuestos, y dicho que algunos de ellos pertenecen a tu feudo, señor.
        –No te preocupes tanto por eso, con la diplomacia, muchas cosas pueden resolverse. De todas formas quisiera entrar en detalles, por qué no vamos al castillo, y lo comentamos mejor, sería más cómodo.

Lentamente los pasos fueron alejándose. Y Merlinä percibió que la mirada que le lanzaba el obispo hizo la atmósfera aún más densa y tensa en el lugar. No quería confiar en lo que el cura podría decirle, o hacerle, pero debía hallar una forma de persuadirle, y rápido, aunque más remota sea.

        –En fin, solos, jovencita…–era lo único que no quería oír ella, pero lo hizo, y de todas formas empezó a idear algo para salir de allí. El sacerdote no podía estar armado, lo tenía por seguro. Cuando él empezó a acercársele, ella recibió un golpe de náuseas y una jaqueca incontrolable –. Niña, no hay nadie más en todo el templo, y he oído perfectamente al Señor feudal, cerrar con llave la puerta del costado. Por lo tanto, solamente existen dos llaves y como la otra está sobre el altar, parece que nadie podrá oírnos desde lejos –esta vez la mirada del célebre sacerdote cambió abismalmente, y se transformó en la mirada que un águila lanza a una víbora, segundos antes de volar hacia ella –. Bueno, empezaré mi acto de purificación: “¡La Purificación de la Carne, en nombre de nuestro Señor!”.

De nada serviría gritar, de nada serviría luchar. Era el destino, era lo que le sucedería al final. Esa fue su resignación momentánea, mientras no podía pensar.

El obispo se sacó la túnica, revelando un cuerpo blanco como la nieve polar, y bien atlético para ser un sacerdote; además poseía en su cintura una pequeña daga. Se desató el cinto que la sujetaba y desenvainó la daga que había sido robada en una emboscada a unos brujos en un bosque cercano al feudo, reconocidos por antiguas leyendas de magos, o por lo menos así lo creía el pueblo. Se sentó al lado de  Merlinä y comenzó a acariciar su rostro con el filo de la daga. Ella se estremeció totalmente, pero no podía moverse pues cualquier movimiento en falso, y terminaría con una cicatriz imborrable.
           –Estás tensa chiquilla. Relájate, puedo ver perfectamente que he sido el único que se te ha acercado de esta manera, eres por lo que veo, aparentemente pura como la madre de Jesucristo. Me encargaré de que no sigas así.
Empezó a llorar, no quería hacerlo, pero lo hizo, lloró, y con tanta fuerza y tan repentinamente, que el sacerdote prefirió alejarse por un instante de ella. En ese momento  Merlinä entró en pánico y desesperación. No quiero, no, no, no. Y comenzó a debatirse en el suelo con espasmos arrítmicos y con fuerza, como un pececito recientemente sacado del agua luchando por sobrevivir.

         –Cállate ya de una vez. Nadie te oirá, todos están en el mercado haciendo alboroto, comprando cosas y gastando en estupideces. Además esto va muy en serio –se acercó (...).

 Una vez ya en silencio ella, resignada con lo que le sucedería; nada podía hacer… el obispo Aaronn lanza su daga al suelo y se dispone a proceder el ultraje a la condenada muchacha. Pero cuando iba a iniciar lo suyo, oye un ruido muy cercano a él. Se levantó al darse cuenta de que era un trueno, y que las gotas ya empezaban a caer y dijo a sí mismo que eso le daría aún más tiempo. Se había levantado, asqueando aún más la vista de Merlinä, con lo horripilante de la situación; como si nada, sale él hacia el pasillo a mirar por la ventana que era un mosaico representando la Pasión del Cristo, se acerca y parece ganar fuerzas y energía con solo mentalizarse la imagen. Luego exclama sonriendo, alegre como estando seguro de una victoria que sucedería:
           – ¡Dios es Rey!, ¡Dios es lo más bello que existe!, por haber creado a algo tan vulnerable a la jurisdicción del hombre. ¿No es así mi hermosa princesita que tendrá el honor de ser víctima de una injusticia para ella, pero una verdad inasimilable para el hombre y el pueblo?... morirás tras ser purificada por mí. Tan joven y ya irás al Paraíso. Deberías agradecerme por ello –dicha esta última frase, se volteó y regresó hacia el altar y… sorpresa: nadie estaba allí, y las cuerdas estaban cortadas disparejamente.
– ¿No es hermoso, violador pervertido? –Merlinä había encontrado la daga que pocos minutos atrás arrojó Aaronn, y se lanzó a hundirla en la espalda del obispo corruptor.

Lo último que logró ver el sacerdote fue una imagen borrosa de una mujer con piel blanca pálida, con el pelo largo y disparejo negro, los ojos de un color púrpura casi plateado, sujetando su propia daga robada.
            –Eres… un… demooo…–no dijo nada más. Y siguió desangrándose en el suelo frente al altar. Cualquiera que lo viese pensaría que se trataba de un sacrificio satánico pero en realidad era un ajuste de cuentas de alguien que realmente merecía.

Merlinä estaba contenta de que le había salido bien. Había olvidado completamente la existencia de Múun, y éste fue esencial para su salvación. Puesto que, Múun poseía los dientes afiladísimos, capaces de cortar lo que sea que se le ponga al frente; logró desatarla con la sutileza de un gatito negro –con rayas color lila casi imperceptibles a simple vista –, ágil y seguro. Luego de ser liberada logró correr cautelosamente, pues estaba descalza, hacia el otro pasillo que tenía en común la salida con el anterior –lugar que utilizan los sacerdotes para cambiarse y a veces confesar, cuando no poseen el confesionario por alguna avería de la puerta –, y así pudo encontrarle al obispo perplejo, de espaldas, y darle el golpe de misericordia.
Lo hizo por rabia, y estaba satisfecha consigo misma, no sabía muy bien lo que hacía, pero matar por la libertad le sonaba, ya desde hace un tiempo, a una salida justa. Ella siempre había querido ser reconocida por sus dotes de estratega, que en más de una situación habían salvado a su padre cuando corría peligro de perderse entre los bosques prohibidos de Sir EvHeart y algunas barreras de soldados armados, en busca de especias para realizar ciertos tipos de experimentos que le eran totalmente desconocidos en la época.

Lo que más quería era vestirse, los ventarrones fuertes de la tormenta que llegaba la hicieron sentir un escalofrío único, y las velas que allí estaban ya se habían apagado hacían unos instantes. Entonces no encontró otro remedio más que ponerse la túnica del obispo y esperar a que escampe.


(...)

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