-------FRAGMENTO-------
CAPÍTULO 1
Resignación - Descubrimiento
La joven nunca creyó
estar segura de lo que vio ese día... nunca pudo volver a ser la misma, y no lo
haría nunca más. Ese día era el único, el todo, el inicio del final, el final
del comienzo. El momento eterno. Las hazañas hechas. Las memorias y por sobre
todo eso, la desilusión. Ella no quería ser así, nunca se imaginó que durante
toda su vida estuvo aprendiendo algo que la sociedad de su entorno consideraría
inaceptable.
(...)
Oía en su mente una
progresión de lo que estaba segura que acabaría siendo el relato de su vida
después de... de eso.
Merlinä Guin'Därth
era su nombre. Una niña de la clase más pobre; hija de un siervo del feudo de
Sir Darknöm EvHeart. Vivía en una casa, talvez la más bella de todas las que
estaban cerca de la Gran Iglesia, temida por todos; heredada por su abuelo en
su época de campesino, obtenida como premio por esfuerzo.
Delgada, con ojos
color café, facciones que normalmente no harían ninguna diferencia en una
multitud de gente. No era nada delicada. Era normal, a no ser por la extraña
trenza triple que utilizaba siempre para salir a hacer las compras diarias en
el pequeño mercado; y que llevaba sobre el hombro izquierdo, tapando una marca
de nacimiento que poseía en el cuello, y de la cual jamás se sintió orgullosa.
La marca era muy fea, con rastros semi-cicatrizados, como si fueran provocados;
durante toda su vida, ninguna necesidad tuvo de saber qué era esa marca, y en
este momento, menos aún...
Carecía de amistades,
las pocas personas que conoció estaban fuertemente ligadas a su padre, y no
eran de su agrado.
(...)
Poco a poco fue
despertándole un sonido en aumento, extraño para un pueblo pequeño y sin
novedades. Parecía ser que el sonido se volvía insoportable. Luego vio esa
marca que solamente su padre conocía, en la pared a los lados de la puerta, y
otra más rara que las otras, en la puerta de la habitación. Ella sabía que su
padre conocía la iglesia, y sabía que sería condenado por ello. Y aún más, los
únicos amigos que ella tuvo, eran monjes pertenecientes al clero. Siempre supo que nunca fueron sus amigos.
Borró lo más rápido
que pudo las marcas, y logró abrir la puerta, ya lagrimeando, encontró algo que
no quería imaginar: Todos los libros, materiales, ingredientes, especias,
símbolos, además de la propia sala de estar… totalmente destruidos. La puerta
había sido forzada, y había manchas de sangre índigo en el suelo. Una trampa.
Ella siempre creyó que su padre era víctima de espionaje. Ahora
estaba más segura que nunca.
No era de conmoverse
fácilmente, pero su mente le jugaba malas pasadas. Y por instinto, más que por
voluntad, llegó corriendo a la Plaza Central ,
el epicentro del murmullo que la despertó.
Nadie notó su
presencia, era atípica toda esa algarabía en el pueblo. Luego vio a Sir
EvHeart, con su majestuosa presencia, imponente, con su espada desenvainada,
mirando al público, que aparentemente aclamaba justicia y paz:
–“En
nombre de Dios Todopoderoso te lo rogamos; ¡Viva Sir EvHeart!, el paladín que
proclama la paz y nos libera de los malditos atormentadores de la existencia…
¡Viva!
Terminado el
discurso, subió al lado del señor feudal, en el improvisado escenario, el
sacerdote Aaronn StoneHead. El cura extranjero, era reconocido en varios
feudos, y hasta hace poco tiempo había sido felicitado por salvar a tres
poblaciones feudales, de brujos y demonios, aplicando la conocida Ley Suprema,
más conocida con el nombre de Sagrada Inquisición.
Merlinä sintió la
sangre hirviéndole lentamente como un calor provocante de rabia, odio y rencor.
Nada podía hacer. Recordó perfectamente, que eran los monjes guiados por ése
sacerdote, los que iban a visitar constantemente a su padre.
–Traición
–dijo a sí misma. Era lo que más odiaba de todas las actitudes negativas en contra de lo que consideraba valores humanos –. No hay perdón…
Siguió escondida
detrás del árbol más grande ubicado en la parte más baja de la plaza que iba
como en ascensión, hasta el escenario. Miraba cómo sonreían tranquilos y
victoriosos Sir EvHeart y a StoneHead. Luego cambió la orientación de su mirada
y percibió, en una parte un poco más alta del escenario, una conocida y
relativamente menuda silueta encadenada, sentada, ensangrentada, golpeada y
amordazada en el medio de dicha parte. Cerró los ojos y se arrodilló, no segura
de lo que iba a suceder, de espaldas al árbol, de espaldas a la multitud. Hasta
que de pronto oyó un grito agonizante, un grito que jamás pensó escuchar,
distinguiendo perfectamente la voz, totalmente distorsionada pero muy familiar.
Abrió los ojos, por un instante pensó estar en el infierno; vio a su alrededor,
que el pasto adquirió un color rojizo y el aire que había la sofocaba, volvía a
viajar entre sus pensamientos, hasta que dentro de su mente oyó:
–No me
falles, haz lo que te he pedido, y de ninguna manera, mires atrás. Pero ahora
debo decirte, que te adoro y siempre te adoraré… hija mía.
Merlinä entró en
trance, no respondió. Hasta que empezó a hablar sola.
(...)
–Has
entrado por tu propia voluntad. Posees el don, y la capacidad, digna eres, mi
cielo, tu madre lo podía. He ayudado a adentrarte, únicamente para que cumplas
tu sueño. No me defraudes, querida. –era la voz conocida, que oyó antes de
dormir anoche.
No estaba allí, sin
embargo, era más real de lo que pensaba…
Despertó de su trance, por el ronroneo agudo de Múun, el gato negro con ojos rojos, de su
padre; y también por los gritos de las personas alrededor de una gigantesca
fogata. Poco a poco, recuperándose del estado de viaje entre pensamientos,
volvió a sentir la presión en la frente y la falta de aire, y se sintió mal,
físicamente, unos graves espasmos en todo el cuerpo. Como pudo, se puso en pie
y dio dos pasos grandes hacia la izquierda, luego lentamente empezó a girar su
cabeza, mirando sobre su hombro, con Múun en brazos…
–NO!
Fue la última palabra
conciente que logró oír proviniendo de aquella imagen que antes estaba sentada
y aparentemente tranquila, que ahora se encontraba totalmente desfigurada, como
carcomida por larvas, sintiendo el fuego en cada músculo de la piel que de
derretía, distorsionando la figura, que por acción del calor, ni siquiera podía
llorar.
Merlinä que toda su
vida se consideró fuerte lo suficiente, pero con un toque de compasión en el
corazón que la impedía ser lo que en su vida había querido, desmayó como si la
hubiesen arrojado una piedra en la cabeza.
Cuando recobró la
conciencia – no del todo, exactamente –, tardó un poco en enfocar la vista
hacia delante. Percibió una figura conocida y semi-desvanecida – no era vista
muy a menudo por ella –. Estaba dolorida y acostada en el suelo. La molestaba
el piso frío a su espalda, por lo que se dio cuenta con mucho asombro y
disgusto de que estaba desnuda. Intentó moverse, sin embargo, notó que sus
manos estaban atadas… fue en ese momento que percibió que estaba dentro de La Gran Iglesia del Feudo de Sir
EvHeart… ¡totalmente vulnerable! detrás del Santísimo Altar, frente a la imagen
de Jesús crucificado.
Oyó unos suspiros, y
si la situación no bastaba como para que Merlinä entrase en pánico, esto
la hizo helar hasta los huesos del miedo y de la vergüenza más que cualquier
otra cosa o situación que jamás haya siquiera imaginado vivir en su entera
vida.
Eran Sir Darknöm
EvHeart y el obispo StoneHead, quienes se acercaron lentamente a ella. Sir
EvHeart tomó la palabra:
–Has sido vista en plena plaza
pública, realizando una acción
imperdonable que avergüenza a nuestra sociedad –se acercó aún más hasta
pisar su cabello que lucía destrenzado–. No podemos permitir que esto quede impune,
pues mancharía mi nombre (...) –asintió gravemente y con la mirada severa, el
obispo –; por eso te hemos hecho una purificación –dicha purificación consistía
únicamente en rezos constantes y encendido de velas y algunos cantos
tradicionales eclesiásticos –; en nombre de Dios Todopoderoso, y ahora queremos
que confieses tus actos y que reniegues a la fuerza diabólica que habita en tu ser. ¡Libérate de esa Brujería y
serás digna de seguir viviendo!
–Esto
sólo podría ser realizado en casos extremos, pero temo, jovencita, que deberás
tener el mismo destino que tu padre hace dos días –argumentó el obispo –.
Empezando a
lagrimear, pero sin ganas de demostrarlo a esos dos… ni siquiera sabía cómo
llamarlos… hombres sin sentimientos; con muchos pensamientos en mente, pero
decidida a luchar dijo:
–¡Eso no es posible!, tengo metas,
sueños, intereses… y aunque no parezca –sintió una puntada de orgullo, rencor,
miedo por la situación embarazosa – ¡también tengo dignidad! –sonrojada pero
con rabia, logró decirlo –.
(...)
–Esto no
es sano… ¡deberían explicarme lo que ha sucedido!... no logro recordar
absolutamente nada –sintió una jaqueca tremenda y empezó a rebatirse mirando
las cuerdas fuertemente amarradas a sus muñecas. Luego se calmó un poco y
prosiguió –. De todas formas, ¿existe alguna manera no dolorosa de salvarme de
dicha pena de muerte?
–Vaya –lanzó un bufido el Señor
feudal –, así que has caído en conciencia y dices arrepentirte de todo lo que
has hecho, ¿no? –no importa lo que ella responda, jamás hubiera logrado
convencerlo –.
–¿Cómo podría yo estar arrepentida
de algo que ni siquiera sé qué es? –con un tono histérico, y una mirada
desafiante –.
–Entonces tienes una única opción y
escúchame muy bien –Sir EvHeart jamás quiso saber y poco le importaba el
destino de la muchacha, pero StoneHead seguía mirando con cautela –: puedes
quedarte con vida, solamente tienes que cumplir una condición… la de ser una esclava de por vida, y harás todo lo que yo te ordene. ¿Has
comprendido?
Merlinä no podía rechazar la oferta, tenía sus
sueños, y sus objetivos, por los que ella aún seguía viva. De todas formas,
había uno de ellos, que ella estaba segura que si se quedaba o aceptaba, no
podría cumplir.
De pronto se oyeron
unos pasos desde el pasillo que conduce a una entrada lateral de la iglesia,
por donde entran generalmente los sacerdotes. Era una novicia que venía a toda
prisa. Con cautela, para esconder la situación de la prisionera bruja, salió
Sir EvHeart caminando apresurado, para encontrarse con ella. La novicia no
percibió nada por el susto que se tomó al encontrar a Sir EvHeart a mitad del
pasillo que terminaba en T.
Casi sin aliento, la
novicia joven de ojos verdes y piel roja por el cansancio, parecía haber
corrido un montón hasta llegar a la iglesia.
(...)
–Dime cuál es la relevancia del
asunto, y te prestaré atención.
–Discúlpeme, señor. Es muy grave. Se
han oído rumores acerca de que Sir Arphèl del Feudo del Noreste ha estado
reuniendo sus tropas para atacar a algunos comerciantes que no han pagado los
impuestos, y dicho que algunos de ellos pertenecen a tu feudo, señor.
–No te preocupes tanto por eso, con
la diplomacia, muchas cosas pueden resolverse. De todas formas quisiera entrar en
detalles, por qué no vamos al castillo, y lo comentamos mejor, sería más
cómodo.
Lentamente los pasos
fueron alejándose. Y
Merlinä percibió que la mirada que le lanzaba el obispo
hizo la atmósfera aún más densa y tensa en el lugar. No quería confiar en lo
que el cura podría decirle, o hacerle,
pero debía hallar una forma de persuadirle, y rápido, aunque más remota sea.
–En fin, solos, jovencita…–era lo
único que no quería oír ella, pero lo hizo, y de todas formas empezó a idear
algo para salir de allí. El sacerdote no
podía estar armado, lo tenía por seguro. Cuando él empezó a acercársele,
ella recibió un golpe de náuseas y una jaqueca incontrolable –. Niña, no hay
nadie más en todo el templo, y he oído perfectamente al Señor feudal, cerrar
con llave la puerta del costado. Por lo tanto, solamente existen dos llaves y
como la otra está sobre el altar, parece que nadie podrá oírnos desde lejos
–esta vez la mirada del célebre sacerdote cambió abismalmente, y se transformó
en la mirada que un águila lanza a una víbora, segundos antes de volar hacia
ella –. Bueno, empezaré mi acto de
purificación: “¡La
Purificación de la
Carne , en nombre de nuestro Señor!”.
De nada serviría
gritar, de nada serviría luchar. Era el destino, era lo que le sucedería al
final. Esa fue su resignación momentánea, mientras no podía pensar.
El obispo se sacó la
túnica, revelando un cuerpo blanco como la nieve polar, y bien atlético para
ser un sacerdote; además poseía en su cintura una pequeña daga. Se desató el
cinto que la sujetaba y desenvainó la daga que había sido robada en una emboscada a unos
brujos en un bosque cercano al feudo, reconocidos por antiguas leyendas de magos, o por lo menos así lo creía el pueblo. Se
sentó al lado de
Merlinä y comenzó a acariciar su rostro con el filo de la
daga. Ella se estremeció totalmente, pero no podía moverse pues cualquier
movimiento en falso, y terminaría con una cicatriz imborrable.
–Estás tensa chiquilla. Relájate,
puedo ver perfectamente que he sido el único que se te ha acercado de esta
manera, eres por lo que veo, aparentemente pura
como la madre de Jesucristo. Me encargaré de que no sigas así.
Empezó a llorar, no
quería hacerlo, pero lo hizo, lloró, y con tanta fuerza y tan repentinamente,
que el sacerdote prefirió alejarse por un instante de ella. En ese momento
Merlinä entró en pánico y desesperación. No
quiero, no, no, no. Y comenzó a debatirse en el suelo con espasmos
arrítmicos y con fuerza, como un pececito recientemente sacado del agua
luchando por sobrevivir.
–Cállate ya de una vez. Nadie te
oirá, todos están en el mercado haciendo alboroto, comprando cosas y gastando
en estupideces. Además esto va muy en serio –se acercó (...).
Una vez ya en
silencio ella, resignada con lo que le sucedería; nada podía hacer… el
obispo Aaronn lanza su daga al suelo y se dispone a proceder el
ultraje a la condenada muchacha. Pero cuando iba a iniciar lo suyo, oye un
ruido muy cercano a él. Se levantó al darse cuenta de que era un trueno,
y que las gotas ya empezaban a caer y dijo a sí mismo que eso le daría aún
más tiempo. Se había levantado, asqueando aún más la vista de Merlinä, con lo
horripilante de la situación; como si nada, sale él hacia el pasillo a mirar
por la ventana que era un mosaico representando la Pasión del Cristo, se acerca
y parece ganar fuerzas y energía con solo mentalizarse la imagen. Luego exclama
sonriendo, alegre como estando seguro de una victoria que sucedería:
– ¡Dios es Rey!, ¡Dios es lo más
bello que existe!, por haber creado a algo tan vulnerable a la jurisdicción del
hombre. ¿No es así mi hermosa princesita
que tendrá el honor de ser víctima de una injusticia para ella, pero una verdad
inasimilable para el hombre y el pueblo?... morirás tras ser purificada por mí.
Tan joven y ya irás al Paraíso. Deberías agradecerme por ello –dicha esta
última frase, se volteó y regresó hacia el altar y… sorpresa: nadie estaba
allí, y las cuerdas estaban cortadas disparejamente.
– ¿No es
hermoso, violador pervertido? –Merlinä había encontrado la daga que pocos minutos
atrás arrojó Aaronn, y se lanzó a hundirla en la espalda del obispo
corruptor.
Lo último que logró
ver el sacerdote fue una imagen borrosa de una mujer con piel blanca pálida,
con el pelo largo y disparejo negro, los ojos de un color púrpura casi plateado,
sujetando su propia daga robada.
–Eres… un… demooo…–no dijo nada más. Y
siguió desangrándose en el suelo frente al altar. Cualquiera que lo viese pensaría que se trataba de un sacrificio satánico pero en realidad era un ajuste
de cuentas de alguien que realmente merecía.
Merlinä estaba
contenta de que le había salido bien. Había olvidado completamente la
existencia de Múun, y éste fue esencial para su salvación. Puesto que, Múun
poseía los dientes afiladísimos, capaces de cortar lo que sea que se le ponga
al frente; logró desatarla con la sutileza de un gatito negro –con rayas color
lila casi imperceptibles a simple vista –, ágil y seguro. Luego de ser liberada
logró correr cautelosamente, pues estaba descalza, hacia el otro pasillo que
tenía en común la salida con el anterior –lugar que utilizan los sacerdotes
para cambiarse y a veces confesar, cuando no poseen el confesionario por alguna
avería de la puerta –, y así pudo encontrarle al obispo perplejo, de espaldas,
y darle el golpe de misericordia.
Lo hizo por rabia, y
estaba satisfecha consigo misma, no sabía muy bien lo que hacía, pero matar por
la libertad le sonaba, ya desde hace un tiempo, a una salida justa. Ella siempre
había querido ser reconocida por sus dotes de estratega, que en más de una
situación habían salvado a su padre cuando corría peligro de perderse entre los
bosques prohibidos de Sir EvHeart y algunas barreras de soldados armados, en
busca de especias para realizar ciertos tipos de experimentos que le eran
totalmente desconocidos en la época.
Lo que más quería era
vestirse, los ventarrones fuertes de la tormenta que llegaba la hicieron sentir
un escalofrío único, y las velas que allí estaban ya se habían apagado hacían unos
instantes. Entonces no encontró otro remedio más que ponerse la túnica del
obispo y esperar a que escampe.
(...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario